Por Ricardo Scazzino
Raul Campos se fue de un mundo peor del que encontró al
nacer. Se fue de la vida en una ciudad en la que—como tantos buenos tipos—pasó
casi desapercibido.
“Campito”, como le decía Julio Ernesto Vila, fue un hacedor,
un hombre que organizó su vida alrededor del boxeo. Y le dio justamente toda su
vida.
Comodoro Rivadavia, esta ciudad de muy mala memoria con
relación a los que deberían quedar para siempre en el inconsciente colectivo,
sabe poco de su obra literaria. Su casi astronómico conocimiento lo llevó a
publicar dos libros que son de lectura obligatoria para quien pretenda orientar
a otros en el boxeo. “HISTORIA DE LOS TITULOS LATINOAMERICANOS Y ARGENTINOS” y
“EL CLUB DE LOS 100”; este data de los boxeadores profesionales que hayan
llegado al centenar de combates.
Pocos saben que fue fundador de la Federación Chubutense de
Boxeo. Su tarea como promotor y manager lo llevó a disfrutar de la amistad
sincera de los boxeadores y técnicos mas
encumbrados de Latinoamérica.
“Campito” poseía—para
alguien quedará esa herencia—la biblioteca de estadísticas mas importante del boxeo en estos lares.
En esta época de jurados groseramente parciales, de
negociados impulsados por la máquina marketinera de la televisión, Raul Campos fue respetado por su rica
trayectoria como jurado íntegro y probo. Intachable su tarea, alejada de
cualquier sospecha. “Campito” sabía que no hay forma indigna de realizar
trabajos dignos, que no valen malas prácticas en nobles oficios.
La Federación
Argentina de Box ya lo albergó en lo institucional pero también en cuanta
conversación haya en los restaurantes que están en la zona. Alli en cada
sobremesa, entre amagues y anécdotas de pequeños gladiadores o de omnipotentes
alfeñiques, está “Campito”.
La inevitable y lógica decadencia del box—como de casi
todo—lo obligó a alejarse de lo que tanto amaba. Pero a pesar del dolor que le
provocaba esta realidad irreal, se ingenió para dejar su legado a quienes él
suponía que no esconderían las banderas de la dignidad, la honestidad, el
sacrificio, la perseverancia y la transparencia. Fue “Campito” quien sugirió
que Edgardo “Gato” Grossi fuera el delegado por Chubut para que el voto de esta
provincia fuera a manos de Osvaldo Bisbal y asi conseguir su primer mandato en
la Federación Argentina. Ojo quirúrgico el de Campos. Hoy Grossi es el máximo
dirigente del boxeo en Chubut y Bisbal…sigue siendo el titular de la FAB.
Lo había mantenido vivo el trabajo. Y sobre todo saber que
ese trabajo tenía un sentido. Que lo hacia por y para algo. El que encuentra
sentido a su trabajo halla esa pista que resulta imprescindible al momento de
orientar en algún sentido su vida.
Raul Campos tuvo la mala suerte de vivir en la unipersonal
Comodoro Rivadavia.
Será escaso el número de gente que lo recuerde y mas aún el
lapso por el que se lo nombre.
Doloroso destino el que el azar dictatorialmente obliga a
sufrir a los hacedores.
El recuerdo de “Campito” se diluirá en lo efímero que
resulta querer hacer algo por los demás a cambio de nada.
Nada mas se puede pedir ni aguardar para este gran hombre.
Una ciudad que venera a Ricardo Arjona y a Vilma Palma, que
ignora a José Larralde o a Pablo Milanés, merece otros referentes. No
“Campito”. Una ciudad que no la moviliza
la muerte, ni la cada dia mas escasa salud pública y menos aún la paupérrima
educación; pero que sale a la calle a pedir por Román Riquelme y su eterna
renuncia a algo; evidentemente no resiste ningún intento de cambio. Solo
le resta transitar sin mapas la
oscuridad, esquivando los restos del naufragio. Como Raúl Campos. Esperar el
final de los finales.